El silencio no caracteriza a Boca. Nunca lo hizo, y nunca lo hará. El famoso Silencio Atroz que sigue vigente en el fútbol argentino, de parte de muchos equipos, entre ellos el destacado infiel River Plate, nunca sedujo a Boca. Ni mucho menos a su hinchada. Ésta se mantuvo siempre inflexible con respecto a su posición de incondicional. En las malas permanece de pie, gritando con todas sus ganas, mientras las llamas arden debajo. A pesar del resultado, explota desde las tribunas ese gigante sin nombre, con miles de rostros, miles de corazones, miles de almas, pero siempre esclavo de una misma pasión. El fundamento de su fidelidad inquebrantable tiene que ver con este mismo sentimiento, que llena a toda esa multitud, los encoleriza, sentimiento abrasador como fuego inagotable. Y este fuego los consume a todos, prendidos de amor chocan unos con otros, se abrazan, expresan lo que por sus venas corre, siempre felices, aunque la razón no parezca definida, ellos eternamente sonríen alegres, felicidad que contagia dos colores abrazados en una misma camiseta, escudo completo de estrellas doradas como el oro que antaño se conquistó con sangre. Así son los hinchas de Boca Juniors.
Pero vuelve a intervenir una fuerza que amenaza con ser igual de poderosa que la pasión que desprende esa multitud. Esto no es así, los hinchas lo saben, pero respetuosos, pretendiendo que no se toque al club que aman, obedecen. Sin rechistar. Vuelven todos a sus respectivas casas, pero el insomnio posee a cada uno de ellos. No pueden dormir, y le sirven todos a un mismo delirio, que amenaza con estallar de un momento para otro. Se levantan de sus camas y caminan de acá para allá, se sientan en el sofá, prenden la tele pero no pueden escapar de esa guerra que se desata en el corazón de cada uno. Repentinamente, son conscientes de cómo laten sus corazones, visualizan la sangre que circula por sus venas. Y nada de rojo: esta sangre es azul y amarilla. Se ponen de pie, se miran al espejo y observan a sus ojos delirantes devolviéndoles la mirada. Necesitan alentar. Necesitan volver a rendirle pleitesía a su pasión. No van a permitir que una mera organización les prohíba amar.
Y saben lo que tienen que hacer.
Se reúnen todos en el barrio de La Boca, el barrio en donde esa pasión se siente con más ahínco. Una vez todos concuerdan con lo propuesto, vuelven a sus hogares, esta vez con una sonrisa en sus rostros. La conformidad de todos los hinchas xeneizes se debe a que, finalmente, van a poder volver a gritar, expulsar todas esas emociones que se ciernen en sus corazones todos los días de todos los años. Si bien no van a poder volver a ver a su amor, al menos se contentan con saber que éste recibirá su aliento incondicional. Si un resultado no para esta pasión, menos lo hará una asociación.
Los incondicionales vuelven a hacer historia. El domingo, poco antes de que empiece el partido ante Belgrano, los hinchas del club Xeneize irán afuera de la Bombonera, y desde allí alentarán. Cumpliendo con la sanción decidida por la AFA, como consecuencia de la fiesta que la hinchada había hecho en la última fecha del torneo pasado, los fieles no podrán ingresar a las tribunas, pero se conforman pensando que el aguante al club le llegará de todos modos. Por ello, Boca Juniors jugará el domingo sin público, pero no sin aliento.
Y es que el silencio no le corresponde al hincha de Boca. El aguante está siempre. En todos lados. A pesar de todo.
Twittear
Muy bueno, te felicito loco
ResponderBorrarNUNCA JUGARAS EN SILENCIO
ResponderBorrar