Cuando hablo o escribo sobre Boca, lo hago con un entusiasmo y desenfreno que hace cavilar a cualquiera al respecto de si están olvidándose de algo en su perspectiva de la vida. Y cuando llegan a la conclusión, tras haber tomado distintas conjeturas, de que así es, me preguntan, algunos con sorna, otros con lisa seriedad: ¿por qué sos tan fanático de Boca? Bien, para responder esta compleja pregunta, me ensimismo en un palabrerío mental que le dé un sentido racional a la cosa; pero claro, es inútil. La ruleta de mi vida consiste en cuestionarme a mí mismo qué significa Boca para mí, y cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de que es indescriptible.
Murmuro, como vaga respuesta, un "Porque me hace ser feliz", pero también exigen explicaciones al por qué me hace sentir esto. Yo, rápidamente, relaciono la "felicidad" con sentir orgullo por mi equipo. Siento mucho orgullo, orgullo de haber nacido bostero, orgullo de que moriré bostero, orgullo del destino, o de la casualidad, que me permitieron compartir esto con ustedes, los que están leyendo esto. Así que afirmo, con rotunidad: "Porque me hace sentir orgullo de estar vivo".
Es una réplica un tanto perturbadora, pero no me malentiendan: me da un verdadero motivo, uno que el resto de la humanidad, salvo mis hermanos de sentimiento (quienes comparten esta pasión), ignoran. Así les explico. Y luego agrego lo siguiente.
Yo sé que hay muchos hinchas, de muchos equipos, que asegurarían con solemnidad que sienten lo mismo que yo, o incluso que más. Yo no puedo enfrascarme en una discusión con ellos, porque me resulta ridículo y considero que están en su derecho asimilar que sienten lo mismo. Pero no es así. Mi equipo es diferente al resto.
Será por su historia, sus 18 títulos internacionales, sus 6 Libertadores de América y 3 Intercontinentales. Aquella noche del año 1978, en el que Boca perdió su virginidad intercontinental ante Borussia Monchesgladbach por la Copa Intercontinental que correspondía, en realidad, al año 1977. Luego, a partir del 2000 y poco antes, vinieron todas las copas juntas, y todavía residen allí, en el Museo de la Pasión Boquense. Sus torneos locales, ser el equipo argentino con más consagraciones, haber salido tres veces tricampeón de forma internacional, ser el máximo ganador de la Copa Argentina, el padre de todos los equipos.
Será por su estadio, esa Bombonera que resplandece durante el día y destella por la noche, como un farol que guía a los deambulantes barcos. Ese templo que nació hace 70 años, y que desde entonces, se consolidó como el más apasionante y mítico, que albergó batallas descomunales que impregnaron el aire de pasión y ardúa lujuria, y que late siempre, siempre, hace chico al desconocido e inmenso a su ocupante eterno, osada y voluptuosa, de la cual cientos de cracks futbolísticos opinaron y admitieron la insignificancia que los embragó estando en ella, la dama más linda de todas, magnífica por donde se la vea.
O quizá sea por sus ídolos, aquellos guerreros que perduran en la memoria de todo boquense a pesar de los años, décadas y siglos. Los fundadores de la locura, aquellos que verdaderamente nos representaron como corresponde y dieron todo de sí por la camiseta que nos vincula a todos, los colores azules y amarillos que se irguen en el cielo eternamente. Fueron esos señores que, bañados en barro y sangre, seguían adelante, conquistaron el mundo, ganaron todo, y pusieron a Boca donde está hoy.
Pero para mí, siempre será por su gente. Su gente, la incondicional y eterna fiel. Nunca vas a ver que duda en gritar su cariño, alentar a pesar de las llamas, del hielo, de todo, desgarrándose la garganta desde las tribunas, escupiendo el alma con cada cántico, haciendo vibrar a su compañera Bombonera en el afán de erguir los once soldados que visten la azul y oro dentro del estadio, hacerlos más grandes y majestuosos, y a los que compiten con ellos irrelevantes. La popular, aquella gente que se extiende a lo largo del mundo, que lidera en todas las encuestas (en Francia como la mejor hinchada, en Inglaterra como imposible de no ver, en España como la más original, que se consolidó como la más grande en capacidad del país y del mundo) y que deleita a todo aquél virgen de sentimientos inexplicables que ingresa por primera vez a ese palpitante estadio, sintiendo su aliento inconmesurable en la nuca. Porque fue ella la que siempre estuvo, más allá de los jugadores, dirigentes, ídolos y años. Los árboles genealógicos de todas las familias pisaron aquél templo, y dejaron todo de su sangre, cuerpo y alma en las gradas, con impulso frenético y corazón volcado. La gente que conquistó todo, que hizo que Boca sea lo que es, el recurso más indispensable, lo más grande del más grande.
Esto es Boca. Y es esta respuesta la que tiendo en el aire con cada palabra. ¿Queda alguna duda?
Twittear
hermosas palabras
ResponderBorrar