Escucho comentarios rebotando en paredes. Jugadores e hinchas hablando sin sentir lo importante. Hinchas que se denominan así ellos solos, cuando en realidad no entienden la magnitud del término. Resultadistas que, poniéndose la camiseta, creen que ya forman parte del club.
Y lo más triste es que quizá tengan razón.
El resultadismo reinó en Boca desde siempre. O, al menos, desde que Boca desprendía tal sentimiento para que millones sientan el delirio xeneize presionando sus venas con entusiasmo inacabable. Los que no sentían esta enardecida locura, fueron aquellos que llegaron con los resultados. Aquellos que llegaron cuando la grandeza ya estaba hecho. Claramente, éstos eran los resultadistas, quienes hasta la actualidad se aferran al Xeneize. Viven del resultado, y no del sentimiento que genera nuestro Boca.
No habría ningún problema con ellos, si se mantuviesen en sus respectivas butacas. Pero se meten con el sentimiento, y es intolerable. Porque, claro, cuando el resultado no va bien encaminado, el resultadista se remueve en su asiento nervioso y, desesperado, busca cómo alimentarse. Sin resultados, no se llena. Dependiente de triunfos, purga en el probable problema del parorama gris en cuanto respecta al resultado, grita alguna obscenidad y pide que el conflicto se solucione, a pesar de la pasión de por medio, a pesar de la historia, lo único que él quiere es... ganar.
En Boca ocurrió siempre. Pero ahora, esto me excede. Escuchar en todas partes aprensiones como Andáte Román, ya no servís me supera. Lo peor es que el hincha verdadero, ese que alienta a los colores y no al marcador, se sienta paciente en su sillón y escucha los comentarios sin decir ni hacer nada. Porque, claro, desiste cuando se da cuenta que el número de resultadistas es, cuanto menos, horriblemente grande. Aquellos soldados de Boca, esos que dan la vida por la azul y oro, se interponen en las manifestaciones resultadistas y argumentan el sentimiento, tratan de hacérselo entender a aquellos que nacieron para ganar, y no para sufrir el transcurso del partido ni para levantarse del suelo. Obviamente, el hincha de los resultados se tapa las orejas y sigue gritando obscenidades, no entiende, no comprende. Esta pasión indescriptible no lo abraza y él, pobresito, se refugia en el resultado. No en la historia, ni en el recuerdo, si no en la situación resultadista de la actualidad. Da pena.
Pero más pena me da ver a un ídolo como Riquelme siendo criticado a diestra y siniestra, tanto por periodistas con bolsillos ambrientos como por autodenominados hinchas.
Si estos hinchas de los resultados hubiesen vivido a conciencia vívida la década pasada, el Boca que le ganó al Real Madrid, o tuviesen memoria para recordar el Boca campeón de América del 2007, entonces entenderían que no da para criticar a tipos como Román, que se la jugó en su momento y que debe ser respetado siempre. Al menos, respetado. Pero, con una mente sin recuerdos y un corazón sin sentimientos indescriptibles, el resultadista enceguecidamente se aferra al resultado actual. Lo cual no está mal, pero lo que sí molesta al hincha del sentimiento es el hecho de que se interponga de por medio con la pasión. Como dije, es intolerable. Para mí, el resultadista es como el periodismo, que se despierta en el margen gris y se duerme en el panorama reluciente, cómodo y despreocupado.
A Boca lo conforma la hinchada, los ídolos y la historia. Y estos tres factores se relacionan mutuamente. El ídolo hace la historia, la historia le concede respeto al ídolo, y el ídolo recibe respeto por la hinchada. Lo demás pasa a ser un tercero. Boca es más grande que el resultado.
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Grande Roman, vos sos mi dios, vos sos lo mas grande de Boca, agradezco a mi viejo por haberme echo hincha de este club y haberme permitido tener como idolo a un jugador como vos
ResponderBorrartotalmente de acuerdo Locura Bostera. el resultadista no mas existe para empañar la imagen del hincha,algo asi como los barras. BASTA DE RESULTADISMO !
ResponderBorrargracias Roman te banco siempre sos el mejor
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