7 ene 2014

Cuando él está enfermo, Boca lo cura

El muchacho tose, indiferente. En realidad, está pensando en la última batalla que presenció, el partido que una sonrisa le sacó, el partido que felicidad le brindó. Aunque ya se le había esfumado.
Tose nuevamente. Pero es tos anímica, no se materializa en la realidad, aunque en realidad sí lo hace: se materializa en la realidad de este muchacho. Muchacho de nombre que desconozco. Al fin y al cabo, este muchacho, de corta edad, no cree que tiene un nombre determinado. A él lo llaman bostero, xeneize, hincha, boludo, loco, genio, imbécil, arrogante, y tantos términos que se me escapan de entre los dedos. Él tiene muchos nombres, hasta tiene el suyo propio, pero él se familiariza con el término "bostero". Lo acompañó desde y lo acompañará para siempre.

Este muchacho tose nuevamente. Tose para adentro, no llega a hacerlo en el aire. Con cada estremecimiento a causa de su enfermedad, la cordura se le va debilitando, los ojos se le van dilatando y la sonrisa le va desapareciendo. Es que este muchacho no sonríe ya. Se le congeló la sonrisa. Consecuencia de esa enfermedad, que pocos lo llevan para siempre, ni siquiera él, pero que tantos, tantos lo padecen.

No sabría denominar esta enfermedad. Algunos dicen que es fanatismo, otros que es locura, otros que es amor. Demasiados términos, ninguno acertado. Bosterismo es lo que él siente. Sí. Ese bosterismo que se le va extendiendo, le fluye por las venas como sangre roja, sólo que no llega a ser un líquido como la sangre, ni sólido como el corazón. Tampoco es gaseoso. No es una sustancia, no es un elemento, un material al cual el ser humano se apega. Es... algo más.
"Indescriptible", piensa este muchacho. Y lo piensa, le da vuelta a esa palabra. "Indescriptible", repite para adentro. Suelta un suspiro y vuelve a toser para adentro, haciendo un torbellino de sus pensamientos y sacudiendo sus sentimientos.

— Indescriptible —pronuncia, esta vez en voz alta.
Se levanta de su sillón de terciopelo y se dirige afuera. El sol reina desde su imperio, y las nubes le abren el paso a su grandeza, pero no resplandece nada para este muchacho. Compasión da verlo, cómo sigue su rumbo en realidad no teniendo adonde ir.

— Vení a jugar un partido —le llega a su celular el mensaje. Un amigo, observa con aburrimiento. Suena tentador, olvidarse de la enfermedad aunque sea durante un periodo breve con la pelota en los pies y teniendo algo que hacer. Pero se lo piensa dos veces.

"Si voy, luego volveré a casa y seguiré sufriendo por esta enfermedad", piensa. Sabe que al distraerse, cuando vuelve en sí la enfermedad le pesa el doble. Y ya tiene suficiente pesándole como pesa.

— Mejor no —fue su respuesta, también en el celular.
Se sienta en unas de las butacas del parque, y mira para todos lados, sin ver. Si viera, vería a una mujer hamacando a su hijo bebé, a un perro olfateándole el pie a una persona que lee el diario más allá y a un anciano que se sienta con su bastón al costado, al lado de él. Sigue pensando en su enfermedad, pero advierte la presencia del anciano. No se atreve a mirarlo, quedaría descortés, pero lo ve de reojo.
El anciano parece tan debatido como él. Suspira continuamente y mira igual de ido que él a las demás personas. El muchacho se pregunta si ese anciano también padecerá de la enfermedad que en él alberga en su sangre, hasta que piensa que es ridículo, ya que en esa instancia, a esa edad, lo que menos piensa una persona es en un club de fútbol. "Este señor no tiene idea de lo que es la vida", pensó el muchacho, dando otro suspiro. "O quizá este señor sufra porque ya vivió bastante, y yo sufro porque no viví nada...", pensó esta vez. No conocía la respuesta, y sentado allí tampoco la conocería.

Se levantó sin saludar al anciano.

Se dirigió otra vez a su casa, pero sabía que allí no encontraría la respuesta. De hecho, tampoco la cura. No encontraría nada hasta dentro de unos días, ni allí ni en ningún lado. Era una enfermedad que se veía obligado a enfrentar, con la cabeza en alto como cualquier digno bostero. Sabía que su cura pronto aparecería.
Pero pronto es mucho, y mucho es demasiado. No puede esperar. Se sumerge en unos de sus libros más gordos, pero no lo atrae como desearía. No puede escapar a otra vida, porque otra vez tenía esa enfermedad que sólo lo hacía concentrar en la realidad, en nada más que la realidad.

Cerró el libro, frustrado, y se fue a la cama. Durmió sin soñar. Y despertó en esa pesadilla que puede considerarse vida.
Qué tristeza, este muchacho vivirá así hasta dentro de una semana y algo más. El 15 recién aparecerá su cura.
Este muchacho está en ruinas, y mientras escribe esto se desploma en el sillón, dejando que de sus dientes escape otro suspiro.

— Qué locura —dijo en voz alta. A veces hablar con nadie sirve para hablar con todo, y que el todo te conteste—. Estoy suspirando por un deporte.
Una voz chillona en su interior estaba gritándole desde adentro que era más que un deporte, pero él no le prestó atención. Sabía que no podía escuchar a nadie, menos escucharse a sí mismo.
— Sólo me queda esperar a que el 15 aparezca Boca para brindarme vida. —No sonrió, claro, pero de buena gana se habría echado a reír. Sabía que sonaba como un loco.

Es que esta enfermedad, que te carcome por dentro, que te convierte en una ruina hasta el momento que aparece la cura, esa enfermedad llamada bosterismo y que la mitad más uno del país padece, esa enfermedad siempre se hace con él, y siempre se le escapa del alma cuando su Boca desaparece y vuelve adentro suyo cuando Boca aparece, vuelve a su corazón.
Sólo que en el corazón ahora palpita la sangre normal, y la enfermedad se hace con el pensamiento y el sentimiento. Está desquiciado. Quiere que su cura aparezca con la luna otra vez, que vuelva a amanecer dentro suyo.

— Qué locura —dijo en voz alta de nuevo. Le salió otro suspiro, aunque quería reírse. Lo curioso era que esa locura, lo cura. Pensando en ese juego de palabras, suelta otra tos emocional para sus adentros.


4 comentarios:

  1. Me senti totalmente identificado no se si a alguien le paso

    ResponderBorrar
  2. Grande bostero lo que sentimos todos los xeneizes

    ResponderBorrar
  3. cortita y al pie, Locura Bostera siempre tirando la posta ja

    ResponderBorrar
  4. la verdad sin palabras... gracias viejo por hacerme de bocaa!!

    ResponderBorrar