Podría hacer un repaso, breve o detallado, del encuentro entre Boca y River de ayer en Mar del Plata, pero prefiero centrarme principalmente en los escandalosos fallos arbitrales en contra de Boca. Porque me resulta incomprensible que un árbitro que dirija el encuentro, o uno de los tantos, más importantes del fútbol argentino, tenga errores tan drásticos. Más si se trata de errores que perjudican hacia un equipo de los dos en cancha. Sin embargo, tampoco me resulta insólito. El fútbol es negocio desde hace mucho. Parece que no hay fuerza alguna, salvo de parte de la hinchada, que trate de erradicar la mafia detrás del show.
No tiene chiste que, entre Boca, River y Estudiantes, la copa (aún se trate de una copa de valor mísero) la gane este último. La intención, es sabido, es que la gane alguno de los dos primeros, para agregarle más emoción. Pero eso es lo más insignificante. A la pelota la mueve la plata, y la plata va a parar a bolsillos de mafiosos.
Boca, en el caso de ganarle al conjunto descendido, no tenía oportunidad de ganar la Copa de Lata, digo, de Oro. En caso de que ocurriese lo contrario, y River superase a Boca, habría un partido desempate entre el conjunto de Núñez y el de La Plata, partido que desencadenaría la oportunidad de vender más entradas a un precio excesivo. En el fútbol, no todo es pasión.
Se ve que el árbitro tuvo un oportuno problema de lógica y juicio en el momento de decidir en el transcurso del partido. Sin ir más lejos (a comparación de lo siguiente, los demás ejemplos pasarían a ser insignificantes), Delfino decidió pasar por alto la volea al pecho de Orión por parte de Maidana, luego de que éste la sacudiese al arco. Y cobró el gol, así nomás. Luego, unos minutos después, echó (¡echó!) al 'Cata' Díaz por hablar. Gracioso es que unos minutos previo a esto el arquero gallina, Barovero, saliese a discutir y a casi pechear al árbitro cuestionándole una decisión tomada por él. Y, en ese caso, sólo hubo amarilla.
Evidente fue lo que pretendió el árbitro: mirar para otro lado ante la clara patada por Maidana a Orión para que el partido quede parejo, y, estirando más su dicha, echar al 'Cata' insólitamente.
Pero como dije, las decisiones no tuvieron nada de insólito. Fue todo más que claro. La ceguera de Delfino estaba comprada, naturalmente. Y no por el club gallina, si no por la mafia del fútbol, que persiste desde hace tiempo.
Lo irónico es que, ni con el árbitro a su favor y con un jugador más River pudo ganarle a su papá. El apodo "gallina", aunque resulte increíble, cada vez le queda mejor. Boca fue Boca, aún en las difíciles, y River se contentó con simular ser lo que fue en algún momento de la historia, cuando aún era grande. Cuando Delfino echó al 'Cata', su lugar lo ocupó la hinchada de Boca, que alentó hasta el último minuto a pesar de todo. Y sí. Mi orgullo por Boca sigue creciendo. Cada día más.
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y a no olvidar que a pesar de las fallas aribtrales boca fue superior
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