Creo que en eso se basa el orgullo de ser hincha de Boca: en las gargantas rotas. Mirá que he visto pobres imitaciones en otras canchas de lo que la hinchada de Boca produce, la furia aquella que escuece en la Bombonera y se hace eco el mundo. Pero nada igual, nada siquiera similar. Las imitaciones fallecen en el punto de inflexión de la realidad. Porque la realidad es que las deidades jamás serán entendidas y el fenómeno que es el hincha de Boca nunca podrá alcanzarse. Inténtenlo, por favor se los pido, para que confirmen mis palabras. Ni siquiera en una final de Libertadores más arreglada que no sé. Los hinchas son fríos y las manos suben y bajan sin emoción, sin vida, como si estuvieran cantando una canción, a pulmón, es cierto, pero sin aquella característica sobresaliente de Brandsen 805, sin aquella entrega y devoción que se detona con cada cántico pronunciado. No es la canción ni las gargantas que la entonan lo que da vida a la mística: es el alma que cada canción y garganta procede a describirse. Porque el hincha de Boca se cansó hace rato de no poder explicar lo que el sentimiento peregrina en su sangre y por eso se desvive por hacerlo allí, en un estadio-templo que es todo para él y le brinda la oportunidad de expresarse. Vení, bostero, enloquecido ser humano compuesto por pasiones inenarrables, vení, parate sobre mis butacas, yo no me enojo, de hecho me gusta, me siento completa, dale, coreá, gritá y rugí. Te juro que es la mejor forma de hacerme vivir y es la mejor forma de vida que conocerás jamás. Las venas quieren explotar pero aguantan, como pueden, allí apretadas, tolerando (sin tolerancia pero consciente de que algunas cosas van más allá del deseo egoísta) el cúmulo de bramidos de batalla y cólera sierva del frenesí. Y un estadio se mueve. Y un estadio hace mover. Las gargantas rotas, gargantas que siguen gritando a pesar de la voz quebrada, porque es irrelevante, porque el unánime himno se escucha con sublimidad. Porque Boca es sublime y porque Boca es todo lo que está bien, lo que nos hace bien y lo que hará bien. Me entristece que muchos son y serán incapaces de entenderlo; realmente me entristece. Siento pena, pero no maligna, sino humana. Pena porque no podrán formar parte de la Bombonera como yo lo hago y pena porque no podrán formar parte de la belleza de vivir. Pena porque son muertos vivos y porque se asesinan a sí mismos en su inquietud por destrozarnos y matarnos a nosotros también. Pero estamos más allá. Más allá de ellos y de todo. Siempre más allá. Siempre más acá. Siempre Boca.
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