28 dic 2014

En el patio de tu casa

Sí, Román, ya sé. Estás cansado de la mierda que gobierna el fútbol. Vos te divertís jugando al fútbol y eso no les gusta a los demás. Ellos quieren que seas esclavo de la plata, que seas una ovejita más, que va y bala (como cualquier oveja) en los micrófonos, vendiendo humo para todos lados, quedando bien con todos los hinchas y con los dirigentes y periodistas. Quieren que seas igual al resto, de esos tipos que pueden ser pesados pero deciden no serlo para no cargar ningún peso en la espalda, de esos que cuando la barra se les arrima sacan del bolsillo la guita y se la entrega con gusto.
Quieren que seas así. Y el hecho de que vayas en contra de todo el repulsivo orden que éstos forjaron hace que te quieran lejos, y como no pueden deshacerte de vos con tanta facilidad, inventan infamias que manifiestan en los micrófonos para hacerte quedar mal y obligarte a que tomes la decisión de irte. ¿Por qué? Porque si vos no te vas, quedás como un boludo que se come el ninguneo de estos giles como inclinando la cabeza obedientemente. Y ellos saben que vos no sos de esos que va a hablar en conferencia y tira mierda para todos lados. Por lo cual, ellos saben que la única opción que te queda es irte. Así ellos te echan del club que "gobiernan".
Sí, Román, ya sé. Estás cansado de todo eso. De tantas vueltas. De tanto eufemismo. Estás cansado de escuchar que si el equipo en el que jugás pierde es por tu culpa y si gana, es por aciertos del técnico. Estás cansado de tener que convivir con el hecho de ser Riquelme, de ser el distinto, el que respeta si lo respetan y que calla cuando no lo hacen y les responde en la cancha. Porque hubiera sido fácil no ser Riquelme, pero vos decidiste serlo, lo decidiste desde el primer día que te pusiste la casaca de Boca, aquella tarde del 96 ante Unión, cuando el periodista te preguntó qué se sentía jugar por primera vez en la Bombonera esperando la cliché respuesta y vos, no obstante, contestaste con una disimulada sonrisa y con suma seguridad: "No es la primera vez, ya jugué en Reserva acá".
Sé que te cansaste de que siempre encuentren una excusa para reprocharte. Si jugaste bien lo que jugaste, te van a decir que jugaste pocos partidos. Si jugaste bien todos los partidos que jugaste y jugaste casi toda la temporada a tus treinta y seis años, te van a decir que entrenás como te da la gana. Y sé que si esto te pasa ahora, cuando estás en Argentinos Juniors, vos sabés que los puñales te cortarán el doble si jugás en Boca. Porque en Boca se agiganta todo. Sobre todo si se trata de un gigante como vos.
"Armonía", dicen. ¿Qué es la "armonía"? Mi concepto es "vivir en paz". Pero al parecer el concepto que sostienen ellos de "armonía" es "hipocresía". Porque a vos no te costaría nada comerte la mentira diaria de la dirigencia, a vos no te costaría nada salir y hablar con la prensa y ser un tribunero, no te costaría nada pagarle a la barra para que cuando un hincha cante por vos en la Bombonera ellos no lo empujen y lo obliguen a cantar otra cosa. Y entonces vivirías "en armonía", como dicen ellos. Pero sabés que no. Sabés que en realidad no es así. Vos hoy estás en paz. Vos estás en paz con vos. Siempre hacés lo que es correcto. Siempre lo hiciste. Y esa verdadera armonía interior que sentís cuando te acostás para dormir, al lado de la mamá de tus hijos, te recuerda que no hay nada de lo cual arrepentirse.
Esa armonía te lo recuerda, y te lo recordamos nosotros, Román, los auténticos hinchas. Fuimos a Don Torcuato e hicimos una caravana por vos, para vos, porque sos Boca y Boca sos vos, y nosotros, ante todo y siempre, seremos devotos de Boca. Cuando te cruzás con uno de nosotros que se queda boquiabierto al verte y saliendo de su trance te llena de elogios y te suplica una foto y te agradece todo lo que hiciste y sos hasta quedarse sin términos para utilizar. Es ahí cuando te das cuenta que hiciste todo bien.
Vos fuiste nuestro sueño mejor, Román. Y sí, ya sé, los sueños más lindos generalmente terminan de manera abrupta y dejando a uno desconsolado. Pero no tiene por qué ser así. No con vos.
El año que viene muere esta dirigencia. La que te hizo mierda. Y nosotros rogamos, con el fulgor de nuestra alma, que sea la salida de esta dirigencia lo que estés esperando para volver.
No sabés, Román, cuánto me duele cuando hablás con distintos medios y te referís a tu vuelta a Boca en forma de técnico o de dirigente. Por un lado me alegra, sí, saber que tarde o temprano vas a volver, pero me duele porque sé que estás dando el brazo a torcer. Dejás que ellos ganen. Porque nos ganaron, Román. Nos quitaron a vos. Nos quitaron al Virrey. Nos quieren quitar la identidad. Pero nosotros, los ilusos hinchas que soñamos con finales felices, divagamos con que te vuelvas a poner los cortos, la casaca azul y amarilla, y seas nuevamente el soldado que nos rescate de toda esta mierda, nuestro único héroe en este lío.
Una única camiseta, teñida de azul y oro. Un escudo con medio centenar de estrellas. Vos. Abriendo el paso. Recorriendo la manga, el túnel. La expectación audible del hincha en las tribunas. Y vos, finalmente, saliendo a la cancha, a la luz del sol, seguido de otros once tipos. Acariciás el verde césped de la Bombonera antes de trotar hacia el medio de la cancha y saludar a todos aquellos delirantes que gritan tu nombre. Ese es mi anhelo. Esa es la perfección.
¿Sabés, Román? Me gusta pensar que todavía estás metido ahí, en la manga que te lleva al Templo. Me gusta pensar que la manga, en este caso, es tu casa, en donde residís ahora, sin ningún destino aparente, morfando asados con amigos y familia y disfrutando de la tranquilidad, oculto del sol. Pero estoy convencido que saldrás de allí. Que nuestro sol te hará brillar otra vez y tu sol nos llenará el alma. Y que terminarás este romance donde comenzó. En el patio de tu casa.



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